Taller - herrería

Rió de nuevo al ver la reacción de su amo aunque cuando este empezó a pegarse se acercó a él, cogiéndole las manos para evitar que se golpease y acercó su rostro al ajeno con la sonrisa divertida plasmada en su rostro.

- ¿Por qué no me lo dijiste? -preguntó curiosa, como la niña que parecía estaba actuando y eso le hacía decir cosas que no debería o no cortarse al hablar o hacer algún gesto.

- Si querías que no fuera pudiste darme aquella explicación -le reprochó infantilmente dando un "sí" por respuesta a la pregunta mientras corría unos cuantos pasos para ponerse a su altura o, más bien, un paso tras él inclinando su cuerpo hacia delante para verle el rostro desde abajo con curiosa mirada, dándole sin querer una buena vista del ancho escote que el polerón le daba.

Quiso decir algo, no sabía bien el qué pero fue cortada por las nuevas palabras de Kenryu, quien desapareció en el interior de la casa. Fue entonces cuando la castaña se percató de la apariencia que mostraba. Tan solo le faltaban las orejas y, al menos, una cola para ser el objetivo de más miradas que las que podían serle dirigidas ya. Por su mente pasó la imagen de su propio cuerpo con una sola cola que, al ser alzada, levantaría con ella toda la parte trasera y un poco la delantera del polerón, mostrando una imagen casi graciosa y erótica. Se pellizcó las mejillas para evitar pensar en ello, pues se había sorprendido a sí misma al imaginarse aquello y, por suerte, el peliblanco no tardó mucho en aparecer y empezar a guiarla por el camino mientras ella le miraba de reojo y escuchaba.

Se sintió culpable por haberle hecho recordar eso por lo que se detuvo, haciendo así que él también al tener sus manos entrelazadas y, cuando él se girase para ver qué pasaba, Ashura lo abrazaría como buscando darle apoyo por un mal recuerdo. Obviamente su abrazo se ejecutaría alrrededor de la cintura ajena, pues su altura no daba para más.

Su agarre se afianzó un poco cuando vió que era correspondida y mecida como si de una niña se tratase, aunque no estaba muy lejos de ser precisamente eso, hecho que se afianzaba con el rubor y el tierno cristalizar de sus orbes cuando él la separó así como el hinchar de sus mejillas y el fruncir levemente de su ceño y labios.

- Si es como la primera no -respondió inmediatamente mirándole desde abajo.

- Soldados de Alexandria... -murmuró al escuchar lo del disparo, obviamente, tras haber oído el resto de la historia de principio a fin. No sabía porqué unos soldados, fueran del bando que fueran, atacaban a un niño malherido y siendo ya atacado por bestias. Aunque más raro le pareció que un Soldado de Shin-Ra le salvase la vida. Los pocos que ella había conocido no eran ni por asomo amables.

- Es bueno que tengas aspiraciones pero... -no siguió, no quería destrozar los sueños de su amo diciéndole que desconfiaba de cada una de las facciones que estaban en constante guerra, pues sus anteriores dueños habían pertenecido tanto a una como a otra.

Le miró desde donde se encontraba, apenas un paso por detrás de él con sus manos entrelazadas y haciendo ascender la opuesta hasta cubrir sus labios con la manga del polerón.

- No todo es... Bueno... No todo es lo que parece -le dijo dándole una respuesta, quizá no una correcta pues no quería ofenderle como tampoco destrozar su sueño, pero una respuesta al fin y al cabo.

Quiso pedirle perdón puesto que pensó que él se enfado, al menos eso creyó por el silencio ajeno. Pero no tenía porqué disculparse. La realidad era dura, eso se sabía de sobra al fin y al cabo.

Caminó de nuevo tras él sintiendo como su mano era aferrada con más fuerza, aumentando así el deseo de pronunciar aquella disculpa, pero prefirió callarse y dejar pasar el tema para poner su atención en la ropa que veía, dejando vagar su amatista mirada por las prendas hasta que dicha mirada se posó sobre un vestido blanco.

La prenda era simple, larga hasta las rodillas de la joven, de mangas cortas y escote de barco que dejaba libres los hombros y la clavícula de quien lo llevase puesto. Apenas ligeramente ceñido de torso y cintura pero holgado a partir de esta. Tenía un lazo de color rojizo enmarcando la susodicha cintura y los "bordes" superior e inferior de la zona del pecho. Si se le daba la vuelta al vestido se veía como las cintas rojizas eran una sola cinta en realidad que cerraba la prenda en la espalda como si fuera un corsé, dejando un lazo en la zona baja de la espalda, justo antes de comienzo de los glúteos.

- N-no... Quizá una prenda para cada una será suficiente... Tengo cuatro tranformaciones. Adulta e infante humanas y adulta e infante híbridas. Mi forma infante humana e híbrida adulta ya las has visto. En cuanto a mis otras dos... -la joven se sonrojó un poco mientras hablaba, sin dejar de mirar el vestido como si pensara en cómo le quedaría a sus demás formas, aunque descartó por completo que sus formas híbridas lo llevaran. Una por mucho y la otra por poco...

- La adulta humana es de pelo negro. Muy alta y delgada, apenas tiene... B-bueno... P-pecho... Y mi infante híbrida es como... Una niña o... Casi del tamaño de un bebé -confesó con pudor, sobre todo al hablar de los atributos que conseguía en la apariencia en la que no semejaba ser la legendaria kitsune que era, tan solo por los ojos dorados que reflejaban lo que, en cualquier otra forma, solían ser sus cabellos o las llamas de su control elemental.

- Demo... El vestido es... N-nada, mejor vayamos a ver ropa que pueda usar en varias formas a la vez -declaró sin querer confesar que ese precioso y simple vestido se había vuelto un capricho. Solo esa forma podría llevarlo sin parecer una descarada o pervertida y no quería que Kenryu se gastase el dinero en tonterías como el capricho de una niña pequeña, como se veía ella ahora.

- Pero es tu dinero -se quejó como buscando convencerle, aunque supuso que no lo lograría. Además de que le daba algo de verguenza admitir que quería que él se lo viera puesto, pensamiento que intentó borrar de su cabeza en cuanto apareció en esta. Incluso si se hubiera despistado se habría golpeado las mejillas para volver a la realidad.

- Ah... V-vale... -murmuró aceptando la "orden", sonrojándose a más no poder y haciendo descender su rostro, todo eso solo por haber escuchado la frase "MI kitsune". No era lo que ella había imaginado con esa mente loca que tenía en su forma de infante, pues parecía una colegiala de manga para chicas... Sabía que lo de "Mi Kitsune" era solo porque él era su amo, o eso creía ella.

Terminó por ceder y cogió el vestido, dirigiéndose a unos probadores. No se sentía muy segura estando sola, pero sabía que Kenryu estaba fuera, así que no había problema. ¿No?

Entró en aquel probador, viendo que hasta tenía un espejo que reflejaba todo su cuerpo, el cual no tardó en empezar a desvestir, denotando que seguía sin ropa interior. Bien sabía que no era correcto andar así, pero su anterior amo, y ninguno podía decirse, le había dado prendas de ese estilo así como, al parecer, Alba se había olvidado de dárselas o pensaría que sí llevaba. Le era muy vergonzoso llevar ropa sin prendas íntimas, pero había estado usando el polerón, creyó que el vestido sería más disimulado o, al menos, recatado.

No tardó en ataviarse con él, aunque tenía un problema, no podía atarse el lazo ni ajustárselo ella sola, apenas se llegaba a la espalda como para cerrar por completo el vestido y, para mal, este no era tan recatado como supuso. Al ser blanco, incluso su pálida piel parecía traspasar al tela aunque si algo bueno tenía es que su diseño arrugaba un poco la prenda por el torso, sobre todo en el pecho, por lo que sus senos y, por ende, sus pezones no se marcarían...

Le daba corte llamar a Kenryu para que le ayudase, pero no podía llamarle, le vería de nuevo demasiado provocativa y no quería pasar por la misma situación del comedor de esa mañana. Además sus cabellos caían por todo su cuerpo como una cascada marrón al no tener la goma y cinta que solía llevar en esa apariencia, loq ue no favorecía mucho su situación y, entre pensamientos y más pensamientos, el tiempo pasaba.

Los minutos pasaban y la joven intentaba hacerlo sola, sin embargo, no podía por mucho que lo intentase. Si no eran sus brazos los que no llegaban, eran sus dedos los que no coordinaban bien o sus cabellos los que se metían de por medio y acababa tirándose a sí misma de estos. Al final, se decidió a llamarle, no podía salir del probador así como se veía, había demasiada gente fuera y no quería pedírselo a una mujer desconocida. Siendo así, movió la cortina un poco con su mano derecha, asomando solo su ojo correspondiente buscando al peliblanco antes de llamarlo con un notable sonrojo. Ese rubor se había impuesto en su rostro y no parecía querer salir de ahí.

Cuando le vió acercarse casi se arrepintió de haberle llamado y de no haber usado la excusa de no poder abrochárselo para no ponérselo y decirle que no le cabía, así lo habría dejado y no le hubiera dado el capricho, pero ahora ya no había nada que hacer.

- Yo... Esto... T-engo un... Pequeño contratiempo -dijo mirando hacia abajo y abriendo un poco la cortina para que el espejo se viese y, señalando a este para que la atención de Kenryu se centrara en él, le señalaba también el susodicho contratiempo. El lazo que no conseguía atarse y que denotaba la carencia de ropa interior, al menos superior, en la muchacha.

- N-no es eso... Es... El lazo... -informó jsuto después de las palabras ajenas aún sonrosada aunque sin saber qué era lo que pasaba por la mente de su amo pues, de ser así, seguramente le habría dolido más de lo que él podría llegar a creer siquiera.

Se dejó atar aquel lazo notando como su corazón podía casi ir a mil por hora. Toda su espalda estaba a la vista ajena pues ella misma se había encargado de apartar su cabello para evitar que se enredara con la cinta. Tras ello, murmuró un leve "gracias" y le miró a través del espejo, apenas mirándose a sí misma aunque le quedara bien aquella prenda.