Curioseando por aquí y por allá

Era de buena mañana, pocos locales estaban abiertos pues el Sol apenas había salido por el horizonte y el silencio del pueblo era más que obvio en todos sus rincones. Habiendo dejado una nota al platinado de su amo y comiéndose el pastel que pocas horas atrás había intentado coger la fémina besó los labios del dormido joven, le acomodó en la cama y le cubrió, dejándole una pequeña nota sobre dónde estaría. No iba a salir del pueblo, tan solo daría una vuelta por él para conocerlo por lo que, ocultando sus rasgos y transformándose en la pequeña muchacha de cabello marrón, la kitsune salió de la casa para dirigirse a donde fuera que sus pies la llevasen, después de haberse lavado y vestido claro. Sus pasos la llevaron a los establos, o a uno de los muchos que el pueblo debía tener y una vez dentro la joven tan solo se acercó a los cabellos que dentro había, unos tres de color marrón, gris y un tercero con algunas manchas blancas sobre su pelaje de color marrón claro. Este último fue frente al que la castaña se detuvo, acariciándolo y sonriendo. Hacía mucho tiempo que no entraba en contacto con ningún animal, o por lo menos con ninguno que no andase sobre dos patas, por lo que estaba feliz de, al menos, poder pasar algunos minutos aquella solitaria mañana con un ser no racional como solían llamarlos los humanos.