Taller - herrería

Otra vez había salido de la casa descalza, pero no se quejaba. Lo tomaría por un "castigo" a todo por lo que Kenryu había pasado desde que se habían encontrado. Siguió a su amo de cerca, siemprecon las manos en los bordes del polerón para mantenerlo bajo pues por la calle le avergonzaba mucho ir así, más aún cuando ni siquiera ropa interior aunque pudiera taparse con alguna o varias de sus colas, quizá no fuera suficiente.

Entró al lugar, siempre detrás del platinado y quiso hecharle un vistazo al lugar, pero quizá por la verguenza o simplemente por educación se abstuvo de llevar su mirada más allá del platinado y del suelo que pisaba.

Sus orbes amatistas se clavaron delicadamente en el rubio que se acercó a ellos y dió un sutil paso atrás y al lado, como si intentase ocultarse tras Kenryu pero sin hacerlo, del todo al menos. Se inclinó levemente haciendo una reverencia a modo de saludo, posando su mano en su pecho y la ajena sobre su cintura para evitar que el movimiento hiciese algo extraño con la prenda, menos aún frente al "desconocido" a quien dijo su nombre tras oír el suyo.

- So.... Solo la correa... -dijo tímida cual cachorro apegado solo a su amo, escondiéndose un pcoo tras el mismo aunque de forma muy disimulada. No quería ofender al herrero, pero tampoco podía evitar comportarse así.

Su zurda se aferró al dedo índice opuesto de la mano del ojiazul, simulando aún más ser una niña pequeña aunque mostró cierta seriedad cuando el tema principal de su visita salió a flote en su parte más puntiaguda.

- Energía oscura... -comentó tras la retaíla de cosas que podrían pasarle a ella si se intentaba deshacerse de su correa.

- No conozco su creación, pero puedo sentir qué es lo que la mantiene activa, y es mi mayor debilidad -confesó dando a entender que era aquella energía lo que le obligaba a obedecer a quien fuera su amo, por una u otras razones. Puesto que ocupaba el híbrido en aquellos instantes y que buscaba por todos los medios hacer que nadie más, ni siquiera él, ocupara dicho lugar.

Las cadenas de sus manos eran incómodas, pero nada importantes. A parte de una dura aleación capaz de quebrarse y una resistencia a la oxidación inaudita, no tenían nada de especial si se le descontaban las múltiples situaciones de la vida de la rubia en las que dichas cadenas había pasado a ser un factor importante, o pasajero.

Su mirada paseaba de uno a otro, sin quedarse mucho tiempo parada sobre uno de ellos antes de que el platinado llamase toda su atención, viéndole en aquella situación. Le dolía demasiado como para quedarse quieta sin decir nada, por lo que se enserió de nuevo para hablar de pronto, cortando a su amo.

- No os dejaré intentarlo... Sin saber nada de la utilización de las energías pura e impura podríais destruir todo el pueblo. Puede que más allá -explicó sin perder ni un solo momento su tono procupado y extrañamente maduro que pteñía su hablar. Si bien había estado muchos años preocupándose solo por sí misma, e incluso hubo veces que deseó acabar ella misma con su vida, pero, si siguiera pensando en aquella opción, no podría arriesgarse a llevarse consigo la vida de seres, inocentes o no.

- Es arriesgado... -murmuró dejando que solo Kenryu le oyese, pero sin ganas de seguir replicando el mismo tema una y otra vez. Por el momento, se conformaba con poder deshacerse de las incómodas cadenas de sus muñecas.

Se quedó pensativa un rato, desconocía de qué manera le serían quitadas las cadenas, pero de seguro sería ruidosa, por lo que quedarse en su forma híbrida solo le causaría malestar.

- Solicito mi poder de transformación -volvió a susurrar mirando a los orbes de su amo, esperando confirmación o, por el contrario, una negativa de este aunque esperaba que no fuera este último el caso a darse.

Sonrió levemente al escuchar la autorización y, alejándose un paso de Kenryu, una luz amarillenta de toque suave la rodeó hasta hacer su figura totalmente dorada y cambiándola, empequeñeciendo su tamaño y su cabello, haciendo desaparecer sus colas y orejas. Cuando esa luz se esfumó, solo se mostraba a una joven de apenas quince años. Su cabello se había oscurecido un poco, mostrándose castaño y sus orbes seguáin teniendo el color amatista de siempre.

Sin embargo, al mostrar un cuerpo de menor edad, el polerón le había quedado grande, cubriéndole pocos centímetros por debajo de las rodillas y siendo las mangas mucho más largas que sus brazos. Así mismo, los hombros de esa prenda era más anchos que los de ella, por lo que se bajaba un poco, quizá demasiado.

Tras ello, se acercó a Ryuji esperando ver qué haría con las cadenas, las cuales, por extraño que fuera, se habían ajustado a las finas muñecas de la joven como si hubieran sido diseñadas para cada apariencia y forma de la kitsune.

Tan solo asintió a cada palabra del rubio, poniéndose aquella máscara que le pasaba tras sentarse donde él le dijo. Era incómoda, al igual que el extraño calor que emanaba de la máquina, pero algo en contra tenía que haber y podría soportarlo con tal de deshacerse de las molestas cadenas bajo las cuales introdujo aquellas protecciones. Cuanto antes empezase, antes terminaría.

Mantuvo sus manos quietas durante todo el rato aún cuando una de ellas fue soltada para impedir que, por inercia, la ajena se moviese. El olor que inundó esa zona del taller le resultó más que molesto, pero por suerte sus sentidos en forma humana no eran tan sensibles. De haber sido una híbrida, puede que su olfato hubiera quedado inutilizado hasta una o media hora después. Cuando ya las palabras del rubio se dejaron escuchar, Ashura retiró sus manos, sobándose las muñecas casi sin creer que estas ya no tuvieran las cadenas, más sí unas marcas de que estas habían estado sobre su piel.

- "Si fuera cierto no estaría aquí" Gracias -comentó manteniendo sus pensamientos en el interior de su mente. Bastante era ya que se hubiera tomado la molestia de quitárselas. Y con ello, estaba satisfecha.

Se quitó la máscara mientras le escuchaba aunque casi hubiera preferido dejársela puesta para evitar que él viera su expresión de sorpresa y el rubor de sus mejillas ante la frase dicha, recordando lo ocurrido horas atrás en el cuarto del platinado. Prefirió omitirlo antes de ver como Kenryu saltaba, pensando que tropezaría antes de llegar a ella, sin ser el caso.

- B-bien... Pero... -se volteó a las cadenas y bajar la mirada a sus muñecas, aún siendo acariciadas pro sus propias manos.

- Me costará acostumbrarme... -confesó con una leve sonrisa.

Se deshizo por completo ya de la mascarilla, dejándola sobre la mesa. Desconocía quien era la mujer de quien hablaban y no se metió en el tema, al menos no hasta que escuchó la recomendación del rubio y notó como era jalada hacia el ojiazul.

De su boca tan solo salió un "eh" mudo, como si estuviera intentando hacer notar al joven que casi podía ahogarla contra su pecho. De más estaba decir que, en aquella apariencia, era mucho más baja y menos desarrollada, por lo que su cabeza apenas llegaba a la clavícula ajena y sus pechos sobre los abdominales de Kenryu.

Miró de reojo a Ryuji y luego al platinado, cambiando su mirada del uno al otro antes de dejarla fija en Kenryu cuando este gritó, llamando toda su antención.

- "Arañas..." -pensó un momento antes de reír divertida, cual pequeña niña a la que le acaban de contar un chiste, pero intentaba sonar recatada para no ofender a su amo.

Luego, se dejó arrastrar despidiéndose de Ryuji con la mano mientras seguía riendo, algo más bajito. Esperaría a que se alejaran para comentar sobre su "descubrimiento" sobre el porqué su dueño no quería acercarse a ese bosque.

Se adelantó un par de pasos, poniéndose frente a él y parándole antes de alzar su mano y responder.

- Arañas -dijo simplemente señalándole, poniendo su fino y femenino dedo casi sobre su nariz, sin tocarla ni rozarla siquiera.

Le hacía gracia que le tuviera miedo a las arañas, pero más gracia le hacía que no se lo hubiera dicho y que, al parecer, buscara esconderlo por todos los medios.