Taller - herrería

- L-llamaré la atención... ¿No? -preguntó no muy segura de sus propias palabras. Sí que quería llevárselo, pero tampoco le gustaba ser el centro de todas las miradas. Le incomodaba demasiado.

Además aun había que comprar la ropa interior, por lo que tampoco podían salir aún de la tienda y tendría que volver a quitarse el vestido para ponerse el sostén... Se sentía casi estúpida por no haberlo pensado antes.

Infló sus mejillas cual niña pequeña al escucharle y solo asintió al verle salir antes de hacerlo ella. Debería coger cosas que pudiera usar en varias formas al mismo tiempo. Entre sus humanas solo estaba el problema de la altura y entre sus híbridas... Mejor ni pensarlo. ¿Si ya le avergonzaba comprarse ropa para su forma infante cómo sería comprar ropa para su infante híbrida? Era como una bebé, del mismo tamaño y proporciones... Bueno, con unos ojos y cabeza algo grandes, pero una niña de unos tres años como mucho.

Decidió dejar de pensar en ello y empezó a coger prendas sencillas. Solo unos vaqueros y lo demás ropas de chándal o deportivas que solían ajustarse a cada cintura y cadera. Así mismo, también cogió algunos conjuntos de lencería, sin saber que esos mismos los había mirado antes el peliblanco.

Pocos minutos después, estaba solo con una lencería negra y roja puesta y con el pelo suelto otra vez cayendo por su espalda. Se veía muy extraña. Estaba claro que ese conjunto no pegaba para nada con esa apariencia suya. Demasiado aniñada para algo tan adulto.

No respondió, es más, ni siquiera le oyó como tampoco sabía que lo tenía al lado. Estando dentro de su "debate" mental en porqué estaba indecisa en quitarse aquel conjunto para ponerse uno más de su estilo. Es decir, sencillo, quizá de color blanco, crema como mucho. Algo más... Infantil, adolescente mejor dicho. Nada adulto le quedaría bien a ese cuerpo y sin el permiso de Kenryu no podía transformarse y tampoco quería hacerlo en medio de tanta gente.

Ni siquiera le oyó acercarse, seguía con la estúpida batalla mental que se traía entre manos antes de girarse al ver al ojiazul a través del espejo. Se había quedado, literalmente, en blanco. Paralizada y mirándole roja como un tomate y con la cara ardiéndole antes de reaccionar y lanzarle lo pirmero que cogió para hacerle retroceder y cerrar la cortina de nuevo. Eso primero había sido nada más ni nada menos qu un conjunto interior de color beige, casi carne aunque algo más oscuro que la piel de la kitsune y, obviamente, ya se lo había probado. Cuando se dió cuenta de su error casi le dió un par cardíaco o, como mínimo, un desmayo.