Residencia Fortune

- Bueno... No son las sábanas... No exactamente... -murmuró desviando la mriada y chocando sus índices, encogiéndose un poco mientras él acariciaba su cabeza.

Ahora tendría que ir corriendo al cuarto de Alba, buscar las fundas de almohada y volver para cambiarla antes de que Kenryu se fijara por segunda vez en las manchas de la que quedaba, aunque ella desconocía que él las había mirado antes.

No supo muy bien porqué, pero tuvo la extraña sensación de que el platinado se había imaginado algo que no era, sin embargo, su ausencia le daría tiempo para buscar las endemoniadas fundas y cambiarlas. Por suerte, no tardaría mucho en hacerlo aunque al tener la tela manchada no sabría donde hecharla. De momento, lo único que se había quitado eran los harapos anteriores, y el destino de esas prendas era claro: la basura donde ni por asomo hecharía aquella funda.

Al final, acabó pasando lo que debería haber ocurrido alguna que otra hora antes. La kitsune se había dormido mientras aún cambiaba la funda, teniendo la limpia a medio poner y la sucia enganchada en su zurda, la cual caía casi hasta el suelo, colgando al estar la joven tumbada boca abajo solo con su rostro ladeado hacia la izquierda, teniéndolo apoyado justo sobre la parte de la almohada que estaba sin funda. No escuchó ni se enteró cuando Kenryu volvió a la casa, pues se había dormido poco después de que él se fuera. Un minuto io minuto y medio como mucho.

Se encogió levemente aferrando la funda manchada como si fuera un preciado objeto como auqellos aros escondidos en el interior de la bolsita que aún se hallaba cerca de donde antes su mano casi rozaba el suelo. Durante el día no se había acordado de ellos, quizá porque las heridas de sus orejas, reflejadas en los lóbulos humanos que poseía, no le dolían o simplemente porque al estar con el ojiazul no había tenido tiempo de preocuparse por ellos.

Por desgracia, su sueño fue interrumpido cerca de la hora y cuarto, momento en que se reincorporó con un tremendo grito, temblando, sudando y con los ojos abiertos en demasía mientras sus manos se aferrraban a lo primero que cogían, intentando controlar su temblor. De haber tenido el control elemental seguramente habría quemado ya algo de la habitación, por no decir esta entera. No controlaba sus poderes cuando estaba "inconsciente", y era solo en esos momentos cuando agradecía tener la correa alrrededor de su cuello.

Aterrada podía ser la única palabra capaz de describir el estado en que se encontraba la castaña. Sus manos solo dejaron en paz las sábanas tras casi desgarrarlas con sus uñas cuando Kenryu se acercó a ella, haciendo que imediatamente sus manos se aferraran a los bordes de su abierta camisa como si temiera que este desapareciera de un segundo a otro.

- ¡Iada! -gritó una y otra vez, a cada siguiente palabra con menos fuerza hasta solo mover sus labios, musitando inaudiblemente esas únicas cuatro letras.

Su estado físico no era malo, pero emocionalmente estaba frágil, apenas parpadeaba, su respiración estaba agitada, su corazón latía fuerte y dolorosamente y unas leves lágrimas escapaban de sus asustados orbes. Cuando se calmara, si es que conseguía hacerlo y mantenerse despierta tras ello, explicaría a su dueño lo que había pasado y que, probablemente, pasaría durante un tiempo.

Se dejó mecer en los brazos ajenos, cobijándose en estos. Ahora, él era todo lo que tenía, él único en quien podía guarecerse para sentirse protejida, pues ni siquiera podía confiar en sus propios poderes sellados. No negaría ninguno de los tratos que recibía y, poco a poco, su cuerpo perdía las fuerzas, relajando sus músculos con la excepción de los de su rostro, pues estos presionaban sus párpados para evitar que alguna otra lágrima escapase de estos al igual que sus labios, quietos tras el gesto del peliblanco.

Se encogió una vez más, relajándose casi al instante en que los cálidos labios ajenos se apegaron a su enrojecida mejilla, hciendo que ella levantase su rostro cuando el contacto cesó, mirando a los ópalos de Kenryu con las amatistas propias y vidriosas, semi ocultas tras sus, anteriormente, forzados párpados. Sus brazos pasaron del pecho del platinado a su espalda, aferrándose allí cerca de la altura de sus omóplatos. Ashura aún temblaba, pero ya no era tan exagerado como antes, aunque sí notable para el joven que la consolaba y en cuyo pecho volvió a ocultar su rostro.

Pasados unos minutos el agarre de la joven se normalizó, perdiendo fuerzas hasta en sus manos como para sostenerlas mucho tiempo. Tan solo se separó algunos centímetros de él, llevando sus manos a su rostro para frotar sus orbes rojizos y dolorosos por el llanto.

- G-gomen... -fue todo lo que pudo decir. Pedía perdón por creer que su actitud podría haberle mlestado aunque ni por asomo fuera el caso. Además, él estaba sudado agitado incluso, por lo que sus disculpas también eran por creer que ella había causado aquella alteración en su amo.

Volvió a posar sus amatistas sobre el rostro del híbrido, mirándole desde abajo con la cabeza gacha antes de asentir a su pregunta mientras se quitaba de encima suya, sentándose de rodillas en la cama aunque apoyando sus muslos en esta, dejando sus piernas relajadas. En verdad se encontraba mejor, pero dudaba de poder volver a conciliar el sueño aquella noche por muy cansada que le hubiera dejado la pesadilla, horrible dicho sea de paso.

- I-ie... Estaré bien... -dijo para evitar preocuparle y dejar que se fuera, aunque no sonó muy convincente. No quería ser una carga para él, y ya bastante era que hubiera interrumpido su ejercicio. Si se paraba a pensarlo no tenía ni idea de cómo había llegado tan rápido donde ella estaba, era un primer piso y apenas había tardado unos segundos estando fuera de la casa.

Le miró totalmente roja y sorprendida por el comentario ajeno antes de gruñirle al escuchar su risa, sintiendo como si se hubiera burlado de ella usando su inocencia. Se quedó en la cama durante algunos minutos, cerca de dos minutos quizá. Estaba pensando si ir hacia el baño aunque fuera quedándose a la puerta de este o quedarse donde estaba. Él le había ordenado no espiarle, aunque fuera en broma. Al final, terminó por ceder al miedo aún presente y se encaminó silenciosa hacia la puerta del baño, sentándose a un lado de esta por la parte de fuera. Con escuchar el sonido de la ducha y saber que Kenryu estaba dentro le bastaba para estar más tranquila.

- No hace falta que chilles -comentó ocultando su mirada de la ajena, llamando su atención hacia abajo, es decir, hacia donde ella estaba con la cara oculta entre sus piernas toda roja, mucho más que antes al haber visto, sin querer, a su amo en las fachas en las que salía del baño.