Residencia Fortune

Miró a la máquina y a Kenryu alternativamente mientras este hablaba sin dejar de tocar de vez en cuando esta primera como si fuera lo más extraño que había visto en su vida, al menos hasta que él lo cogió y le dijo que se sentase. Ante la explicación supuso que le querría secar mejro el cabello y el resto de su pelaje, por lo que se sentó sobre el inodoro, subiendo sus piernas a este y quedando de espaldas al ojiazul a la espera de ver qué pasaba y cómo una máquina podía sacar aire a diferentes temperaturas.

Se sorprendió al escuhcar de repente el sonido que, a pesar de no ser alto, la sorprendió haciendo que girase su rostro y parte de su torso hacia el origen del ruido, viendo el secador y notando el aire que este soltaba. Se tranquilizó un poco, pero no duró mucho ya que en cuanto la potencia subió también lo hizo el molesto ruido que provocaba y, por tanto, "atacaba" a su sentido del oído, demasiado agudo en su forma híbrida. Al menos mucho más que en su apariencia humana.

- Molesta... -se quejó en un susurro sin moverse de como estaba salvo por encogerse levemente al igual que hizo con sus orejas, intentando minar el sonido que llegaba a estas.

Relajó de nuevo sus músculos, agachando un poco su rostro hasta cubrir parte de este tras sus rodillas, dejándose peinar y cerrando los ojos, disfrutando aquellas suaves acciones que podían considerarse hasta mimos debido al cálido viento, casi brisa que secaba sus cabellos al tiempo que ese peine los desenredaba con fluidez, como si no tuviera nudo alguno en sus hebras de oro.

Mantuvo sus orejas agachadas aunque no por molestia esta vez, sino por calma y cierto gusto. De haber sido una neko puede que incluso hubiera ronroneado alguna vez por lo a gusto que empezaba a sentirse. Así mismo, y al igual que sus orejas sus colas se mantuvieron caídas para evitar cubrir su cabello mientras él lo peinaba.

- Carne... También pan, pasta... Depende de nuestros gustos y apariencia -respondió tras decir algunas cosas que solían gustarles en general a los de su raza. A ella, personalmente, le encantaban los dulces y postres orientales.

Iba a decírselo cuando un leve suspiro escapó de sus labios al notar las caricias en la base de su oreja, la cual se movió un poco provocando así un mayor contacto entre los dedos ajeos y esta y haciendo que, nuevamente, el tono rosado apareciera en sus mejillas.

Apretó un poco su boca contra sus propias piernas, buscando evitar que más suspiros salieran de sus labios ante las caricias otorgadas. El joven sabía a la prefección cómo y dónde tocar aquellas vulpinas orejas para hacer que el rubor de Ashura creciese y empezara a relajarse en demasía, soltando un breve y casi mudo "hai" ante la malévola cuestión que le había sido preguntada. Su cuerpo tembló levemente en un nímio estremecimiento que lo recorrió de arriba abajo y vuelta a su origen, la oreja acariciada.

Apenas se dió cuenta de sus palabras, aunque sí notó con extrema claridad cuando se alejó de ella, más cuando separó sus dedos de su mimada oreja gacha.

Volteó su enrojecido rostro hacia él, observándole a través de su cabello cuando le habló, diciéndole que la peliverde había salido y, por tanto, ambos estaban solos en la casa. A menos claro que hubiera alguien más que ella no conocía aunque por los pocos sonidos que se oían, era la primera opción.

Cuando él salió del cuarto se tomó algunos minutos para calmarse, tenía siglos de edad y aún no sabía controlarse cuando le acariciaban con cierta delicadeza... Se avergonzaba por ello pero nada podía hacer. Todo ello lo pensaba mientras secaba su cuerpo y se ponía el polerón como podía para no romperlo por las cadenas.

Al escuchar la llamada ajena decidió bajar, estando ya vestida. Debido a que era algo incómodo estar arrastrando la cadena simplemente la enrolló en su antebrazo derecho bajo la prenda. Estando por las escaleras el olor de la comida la inundó, haciendo que volviese a efectuar el gracioso movimiento de su nariz.

Al aparecer por el salón su mirada se clavó de forma directa en la comida, especialmente en las frutas salteadas, la carne y el pan, sobre todo el pan pues este último era un capricho para la kitsune. Aquel delicioso aroma volvió a provocar el rugir de su estómago, dando a entender que el panecillo anterior no había sido suficiente como para saciarla.

- Sois demasiado amables con una completa desconocida -comentó, pero ni por asomo les estaba criticando, sino todo lo contrario. Les alagaba por el simple hecho de haber sido amalbes con ella, alguien que podría haber prendido fuego a toda la casa al haberle sido permitido el uso de su control elemental.

Se sentó en una de las sillas puestas en la mesa y miró de reojo los cubiertos sin cogerlos, sino que adelantando su mano directamente al pan antes de recostarse en el respaldo de la silla subiendo su pierna derecha a esta y mordisqueando un poco la punta del pan, probándolo con cierta timidez.

La kitsune volvió a mostrar una leve sonrisa cuando escuchó la respuesta ajena y, haciendo caso del posterior consejo de Kenryu, tuvo cuidado al saborear el pan que tenía entre sus manos. El sabor era mejor de lo que el aroma le había hecho creer y, como hizo antes con el panecillo, sus orejas se alzaron y sus orbes se habrieron mientras degustaba el humilde manjar mientras miraba de reojo al ojiazul.

- Son para controlarme... Teniéndolas puestas debo obedecer y no puedo usar mis poderes a menos que, como has hecho antes, me concedas el permiso para utilizarlas -informó dando una rápida explicación de lo más importante que debía saberse.

- No estaba mostrando mis nueve colas por gusto, sino por una orden impuesta por mi anterior dueño -prosiguió, hablando en pasado pues estando dentro de aquella casa no le era muy incómodo tener aquellas extensiones de su cuerpo a la vista.

- Desconozco el conjuro o qué puede tener para que restringa mis poderes, pero no son las cadenas, sino la correa -explicó señalando la susodicha con una de sus manos, teniendo cuidado de no tocarla antes de ver la reacción del joven. Por un momento no supo porqué lo hizo, pero recordó lo que le explicó la humana, así que tan solo cogió el bote, acercándoselo.

- Si no es indiscreción... ¿De dónde sale esa... Manía? -preguntó recordando cómo la había calificado Alba cuadno le dió el patito de goma que, por cierto, tan solo lo miró de reojo un par de veces mientras se había estado bañando.

Tal y como él supuso, no le hizo mucha gracia la historia y quizá hubiera preferido no oírla, pero lo hecho hecho estaba así que no se quejó. Tan solo dejó pasar el tema antes de desviar su mirada del platinado a las frutas que este le recomendaba. Sin dejar el trozo de oan que aún tenía en las manos alargó una de estas para coger la fruta más cercana a ella, seleccionándola por mero azar y llevándola a su boca, degustándola con lentitud.

- Deberías probarlas -murmuró sonrosada y engatusada por el sabor del susodicho alimento y buscando coger otro de los que se hallaban servidos.

No criticó los gustos gastronómicos del joven pero tenía pensado felicitar a su madre por cocinar aquellas delicias con ingredientes tan simples como fruta o verduras de, probablemente, el mismo pueblo donde se hallaban.

Ante la nueva pregunta de su amo mostró un rostro levemente pensativo, teniendo claro lo que quería hacer: visitar el bosque que, según lo que le había dicho kenryu, rodeaba el pueblo y luego el bosque de niebla que habían evitado de camino al lugar. Sin embargo mantuvo silencio al escuchar el susurro ajeno, mirándole con cierta sorpresa dibujada en su expresión.

- ¿Por qué? -preguntó con curiosidad y una mínima desconfianza. Ya había probado la amabilidad de ambos Fortuna, no tenía porqué temer y su control elemental aún estaba permitido así como sus fuerzas levemente restauradas por lo que, en el hipotético caso de que pasara algo, podría defenderse y/o huír aún cuando sus pies aún estuvieran dañados. De todas formas, algo le decía que no tenía porqué temer, quizá su instinto, quizá solo alguno de sus sentidos o algo totalmente diferente.

Un leve suspiro escapó de sus labios, no por molestia ante el despiste del platinado, sino por un poco de cansancio pero ya tendría tiempo de dormir más adelante, quizá, con un poco de suerte, incluso pudiera descansar en el bosque aunque solo fueran unos minutos.

- ¿Por qué quieres que duerma contigo? -volvió a cuestionar a modo de respuesta por la pregunta ajena mientras cogía entre sus dedos algunas tiras de carne salteada, sin quemarse con estas al usar solo las uñas para sujetarlas. Con esos movimientos podía quedar más que claro que desconocía por completo cçomo se usaban los cubiertos pese a que lo hubiera visto miles de veces. Además le era mucho más cómodo comer así...